Ruta semiurbana en Canicosa de la Sierra: Templos, Carretas, Castro y Roble-pino





“La Villa de los Milagros”


Una curiosidad de la Villa de Canicosa es el gran número de Ermitas con las que ha contado a lo largo de la historia, así como su suma de cofradías. Esto solo remarca el fuerte carácter devoto de este pueblo de La Campiña, como posible contrapunto de la frontera que supuso durante décadas frente Al-Ándalus.   En Canicosa existe documentación histórica de varias cofradías:   Cofradía de la Veracruz, de Nuestra Señora del Rosario, de San Sebastián y San Fabián,  de San Bartolomé,  de Nuestra Señora del Carrascal... Hoy perviven dos: la cofradía de San Sebastián y la de San Bartolomé rebautizada al Dulce Nombre de Jesús hacia 1930.   La ermita del Carrascal, es la más antigua e importante de las 6 documentadas: Carrascal, Veracruz, S. Roque, La Cuesta (¿Santiago o Virgen del Rosario?), Santa Lucía y San Bartolomé.  

Breves apuntes de Historia


En el Jurásico la zona fue un gran mar interior, como reflejan los fósiles que se encuentran en el Monte Carmona, aledaño al barrio de La Virgen, y aunque por falta de excavaciones no se conocen fósiles de dinosaurios, si que hay un gran número de Icnitas (Huellas gravadas en la roca) que marcan una ruta migratoria por todo el territorio.   Los primeros pobladores humanos, a falta de excavaciones y por similitudes con Atapuerca, se piensa que datan del Paleolítico Inferior.   Parece ya más clara la existencia de pobladores Pelendones hacia el año 700 A.C., como reflejaría los restos de la Ermita de Santa Lucía de registro visigodo y de las cuales, los estudiosos de lo Celtíbero, dicen que se construían sobre lugares rituales en honor a Lug, dios de la luz y el Sol. Además, cerca de la anterior, el Castro de Canicosa se adivina, con su defensa natural inaccesible hacia el norte y noreste, y derruida por el tiempo -u otras razones-, en cúmulos de piedra menuda, donde se reconoce la muralla artificial que completaba el cerco. La visibilidad desde allí es impresionante. Si uno imagina el monte cubierto de robles más que de elevadísimos pinos, puede hacerse una idea de  la situación privilegiada del enclave, que contaba al sur con los pastizales. Y formando las diagonales de un cuadrado hipotético, los asentamientos hermanos de Quintanar, La Cerca (Revenga) y un supuesto asentamiento junto al alto de Araña.   Cerca de este lugar se adivina, igualmente, un campo de tumbas. Losas gruesas y planas, algunas removidas por los arados, que parecen señalar confusamente una necrópolis.   Aunque no se puede hablar claramente de la influencia Romana en Canicosa, la Visigoda es más palpable como lo atestiguan la Ermita de santa Lucia y sobre todo la del Carrascal, que como refleja la piedra 5ª de la pared norte, cerca del contrafuerte, data su primera construcción del 614 de nuestra era: AVE 652 <MARIA.   El primer empuje musulmán en la península, dibujó una Y griega que dejó en medio y a salvo esta zona. Lo que no se conoce es si en las posteriores acometidas ocurrió lo mismo, olvidando por tanto si continuó la población autóctona hasta hoy, o la actual es producto de las repoblaciones. Lo que si esta claro, es la falta de restos de la cultura árabe.   Alfonso III el Magno (Rey de Asturias), mantiene una franja de seguridad, en la que Canicosa es una de sus extremos, como también se refleja en el romance de los Siete Infantes de Lara. Además hacia el año 1.000 y debido al acoso de Almanzor, pobladores del extremo Duero se asentaron en esta zona y que algunos identifican como la población mozárabe que realizó las necrópolis.   Otros datos de interés histórico son que hacia el 1.068 aparece Canicosa bajo el distrito jurisdiccional del Alfoz de Lara, aunque no se descarte su pertenencia anterior. En el 1.114 la ermita del Carrascal queda bajo la tutela del Monasterio de Valvanera por donación de Alfonso VII (Rey de León y Castilla). Por otra parte aparece en el ya citado romance de los Siete Infantes de Lara y la memoria popular lo cree en la ruta del Cid hacia Zaragoza.   Por último nombrar al Cura Merino, guerrillero más que peculiar, contra los franceses y que cuenta con un campamento en la zona de la Peña de La Mina.  


Un curioso Nombre:


El nombre de Canicosa, no deja de producir elevamientos de cejas la primera vez que se escucha, pero es una noble etimología la que lo sentencia. Unos estudiosos le dan un origen latino y otros tantos un origen céltico. Quédense ustedes con el que más les guste: Si fuera Latina Canne-cosa, sería un "lugar de cañas" basa su argumentación en la existencia de un lugar antiguamente poblado de cañas, laguna poblada por juncos, ánades y aves migratorias (El Cañucar), en los límites con Quintanar. Pero si remontamos al siglo IX cuando se llamaba cannecosa o Cañicosa, podría tener otras acepciones: "cuni-colosa=lugar de conejos", "Canus-cosa=de canas o nieves abundantes" o "Canis-cosa=lugar de perros" (recordando al alto de la localidad denominado “Cagaperros”).   Si fuera Celta Kan- significa Sol o lugar en la altura. Kan-Nikos (lugar o altura de... ¿Nikos?). Los precélticos lo adivinan entre la convergencia ibero-vascona, su origen provendría de GAN (gain=altura) y GOSA (paso), "paso en la altura". Además hacen referencia a que en la zona hay otros nombres de este origen, como es Urbión que viene del vascuence: “dos vertientes de agua”.


La Cabaña Real de Carreteros de Burgos-Soria


Institución creada por los Reyes Católicos en 1497 estaba formada por Canicosa, Palacios, Vilviestre, Quintanar, Regumiel, Rabanera, Hontoria, etc. A mediados del siglo XVIII la carretería era una actividad económica en la que se ocupaba buena parte de la población de Canicosa, por lo que grandes viajes partían en grupos de veinticinco a treinta carretas que formaban una cuadrilla. Cada carretería llevaba entre 75 y 90 bueyes o vacas. Se salía del pueblo, donde invernaban cuatro meses (dedicado a reparar las carretas, a hacer útiles para ellas, y a ayudar a las mujeres en la labranza), a finales de marzo o primeros de abril y regresaban al pastizal a fines de noviembre. Hacían alrededor de 5 a 7 viajes por año, con un recorrido diario entre 30-40 kilómetros Los carreteros eran unos trashumantes que llevaban sal de Poza de la Sal, y madera serrana, por las dos Castillas y el Cantábrico. Lana en grandes sacas, iban desde Medina del Campo, Medina de Rioseco, Vinuesa, Tolbaños, Burgos hasta los puertos del Cantábrico. Llevaron piedra para la Catedral de Burgos, San Lorenzo del Escorial y palacios de la provincia Jaspe. Carbón, hierro, piezas de artillería, garbanzos, trigo, aceite, centeno... no escaparon a su diestro reparto.


Iglesia Mayor- estela celtíbera


Una iglesia rupestre dio paso a una estructura visigoda, donde, en el S.XVI, nace la nueva iglesia, compendio de diversas arquitecturas posteriores. Sobre la puerta trasera destaca una extraña figura, iconografía asociada con la tapa de una tumba celtíbera.


Casas Carreteras


Estas 3 casas adyacentes son claros ejemplos de una extinta arquitectura, que perfectamente se adaptaba al estilo de vida de sus habitantes. Con su característico tejado de gran vuelo y el enorme porche donde cobijaban sus carros, les hace inconfundibles a primera vista.


Ermita de La Virgen


Una vaca recupera milagrosamente y su pastor intrigado por el milagro, localizaron la talla perdida, que habita ahora en el mismo idílico lugar, pero cobijada por esta vieja ermita: El 15 de Agosto es la fiesta grande. La víspera la ofrenda floral y el 17 la misa por difuntos.


Castro/Campamento cura Merino


Aquí, entre estas peñas, donde el cielo parece un poco más cercano y Canicosa un cuadro, antiguos celtiberos asentaron su morada y los restos de su noble muralla aun se resisten a perecer, irguiéndose cual centinelas eternos. También cuentan que, en la Guerra de la Independencia, el Cura Merino hizo buen uso de ella.

Pino-Roble


Capricho de la naturaleza, cuenta la leyenda, que una traviesa ardilla, entre otros despojos que sirvieron de sustrato, dejo los restos de una piña en la oquedad de un joven roble de unos 120 años, dejando allí olvidada la simiente que germino hasta convertirse lo que hoy es un pino de 130 años. Hoy, este, de más de 16 metros de altura y 2 metros de perímetro, esta reventando al viejo roble que le diera cobijo. Sin duda, el espectáculo ya de por sí magnífico el resto del año, se multiplica exponencialmente en otoño, cuando, el contrate entre las verdes agujas del pino y las marrones del roble a punto de caer, crean una sinfonía de colores que sobrecoge el alma.

Ermita de San Roque


Modesta Ermita dedicada al Santo, y cuya fiesta grande coincide con la festividad veraniega. Su corte modesto y el paisaje que la rodea, la hacen portadora de una singular belleza y un atractivo especial y entrañable.  

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